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Article 21

Hola a todos, hoy os traigo mi primer ejercicio con el grupo "Adictos a la escritura". Tan solo llevo unas semanas en el grupo, me apunte porque me pareció muy interesantes sus proyectos.
Este mes de junio el proyecto es "juntos y revueltos". Cada socio se inventó un par de personajes que no tuvieran nada que ver y se trataba de idear un relato con los que te tocaran al azar.
A mí me tocó "un alquimista y un mendigo" y os voy a dejar mi ejercicio.

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LA GRAN OBRA

El laboratorio estaba lleno de chismes y cachivaches y era casi imposible moverse por la sala, pero Petrus Galus estaba en su hogar y nada del mundo lo sacaría de su sancta sanctorum… para el sagrado.
Su cabello ya empezaba a tornarse blanco y las arrugas surcaban su rostro restándole el antaño atractivo, hasta su cuerpo se negaba a obedecer ciertas veces y su cabeza empezaba a fallar. Pronto tendría que encontrar a una persona digna de su cargo, pero ¿Quién? Se mesó la larga barba, era un asunto que cada día le robaba más el sueño.
Vertió la mitad del líquido, que llevaba en una jarra, en el alambique que descansaba sobre la mesa y la otra mitad la dejó sobre la mesa. Llevaba mucho tiempo haciendo ese experimento, pero el éxito no llegaba. Administraba las medidas como la receta citaba: tenía que verter tres onzas de plata en agua pura y tenía que dejarla durante veinte días para que la solución purificase; luego debía mezclarla con tres onzas de oro y…los innumerables pasos por los que debía pasar la sustancia eran larguísimos y tediosos y empezaba a desesperarse de encontrar el éxito.
Era uno de los galenos de la corte, pero lo que nadie sabía era que se dedicaba al arte oculto de la alquimia. Amaba esa oscura ciencia que discrepaba en ese oscuro y pérfido mundo.
Desde un pequeño ventanuco, un niño miraba embelesado como el viejo galeno mezclaba sustancias. No debía estar allí, si le encontraba mirando se la cargaría. Todos decían que el viejo empezaba a desvariar y que el rey iba a destituirlo como médico de la corte, pero Darío se había dado cuenta del verdadero afán del galeno y acudía cada atardecer a su cabaña para observarlo desde lejos.
Darío no tenía familia, solo era un pequeño y perdido mendigo entre tantos. Por su corta edad lo empleaban en casi todo; desde camarero a ayudante de cocina. Él no decía nada, solo bajaba la cabeza y asentía. Tan solo esperaba que el sol cayera para visitar, sin ser visto, al galeno.
Petrus esperaba que la solución cambiase de color para proseguir, sabía qué le observaban y quién era ese visitante. Admiraba la lealtad del pequeño muchachillo, apenas levantaba un metro del suelo y todas las tardes al atardecer lo tenía pegado a la ventana.
¿Podría…no, ¿Cómo iba a tomar a ese pequeño de aprendiz?...Debía meditarlo bien y probar su temple y su personalidad.

La mañana tornó de nuevo y Petrus se encontraba en el salón del trono. Observaba al rey, su barba también era blanca como la de él. Pero su porte regio los diferenciaba, el monarca le miraba con gesto adusto.
- Tengo que comunicarte algo, sé que has servido a esta familia durante muchos años…pero creo que ya es hora que te retires a descansar y a estudiar.
- Majestad mi mente continua siendo joven, puedo seguir con mi trabajo -. El monarca le miró, era verdad que su cabeza estaba lúcida como antaño pero empezaba a tener lagunas.
-Tu mente es joven aun, más tu cuerpo no. Petrus en el bosque hay una cabaña, me gustaría que te retiraras allí y continuases con tu trabajo -. ¿Podría ser que el rey conociera su trabajo secreto?- De vez en cuando te visitaré para ver si has encontrado el camino de la Gran Obra.
Petrus abrió mucho los ojos y el monarca sonrió al hombre que había estado junto a él desde que había nacido.
- No te voy a castigar por haberme ocultado tu gran búsqueda, más quiero que me hagas participe de tal honor-. Petrus se arrodilló fielmente junto a su rey.
- Perdonadme majestad. Los experimentos que realizo son para encontrar el bien más preciado para el hombre -. El rey miraba al galeno con interés- La curación para todos los males y la juventud eterna…
Les interrumpió un ruido de platos al caer, un niño se agachó raudamente a recogerlos para no ser amonestado. Petrus sonrió al ver al muchacho, se las apañaba para estar cerca de él en todo momento.
Darío soltó una maldición, le habían descubierto y justo cuando la conversación se tornaba interesante… ¡Caray la juventud eterna! ¿Sería eso posible? No era capaz de alzar la vista del montón de platos. Estaba mortificado. Sintió una presencia y alzó la cabeza. El galeno le miraba muy serio.
- Muchacho, ¿Qué medida puse ayer de luna?- Darío se rascó la cabeza y casi sin pensar habló.
- Tres onzas.
-¿Cuántos días debe reposar la solución?
- Veinte días señor -. Petrus sonrió y se acercó al rey.
- Majestad, necesito un ayudante y este muchacho está muy versado en mi trabajo ya que me visita cada atardecer -. Darío se quedó inmóvil, se había dado cuenta de que estaba mirando y no le había echado. ¿Ayudante??? El muchacho empezó a pensar que todo podía ser posible y que tal vez su vida y la del galeno estaban destinadas a estar juntas.
- Puede ir contigo Petrus. Me alegra que tengas compañía para comenzar el camino -. El más anciano hizo una reverencia al monarca y se giró hacia el joven mendigo.
- Recoge tus cosas. Te espero en mi cabaña, tenemos mucho trabajo que hacer -. El chico salió corriendo y enseguida estuvo ayudando al galeno a empacar bártulos en un carro.
Una nueva vida se abría paso para estos dos personajes, una vida basada en la búsqueda y en el estudio.
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