Os saludo a todas desde mi retiro veraniego. Me acerco a saludaros y espero que estéis pasando un feliz verano. Vengo a dejaros un relato que he hecho. Esta vez era un concurso en el que Nemi, compañera bloguera puso unas bases para realizar un pequeño juego de escritura. Como me comprometí a participar, aquí estoy para dejaros con el resultado del ejercicio.
Las pautas que Nemi puso eran sobre las letras de unas canciones que algunos seguidores pusimos en su blog. El relato tenía que estar basada en la letra de esa canción y conservar el tiempo verbal. Todo eso había que unirlo a una foto y hacer que todo se uniera.
Os dejo la foto que escogí:
La letra de la canción que yo misma dejé es la de "Someone like you" de Adele:
“He oído que te has establecido, que encontraste una chica y te has casado. He escuchado que tus sueños se han hecho realidad. Supongo que ella te dio cosas que yo no te di.”
Y el resultado es este. Espero que os guste mi primer experimento en primera persona y me digáis los fallos que encontreis.
TÚ, YO Y EL BANCO
Todo comenzó en nuestro banco, y digo nuestro porque allí nos encontrábamos y allí fue donde cambiaron mis sentimientos.
No me acuerdo como cambió todo, pero de repente lo eras todo para mí. El aire con el que respiraba y la luz con la que me despertaba por las mañanas. Y de pronto te marchaste hundiendo mi mundo perfecto con tu ausencia y rompiéndome el corazón.
Todavía recuerdo como se sucedió, días antes, nuestra última charla. Es otoño, las hojas marrones y anaranjadas cubren el suelo de alrededor del banco. Es mi época preferida por su colorido y a partir de ese fatídico día, la que más odiaré porque es la que se llevó tu persona lejos de mí.
Esa tarde estaba estudiando en nuestro banco. Quedaba muy cerca de la biblioteca y me gustaba estudiar allí porque me ayudaba a concentrarme. Pero ese día mi cabeza no estaba centrada. Había oído rumores de que te marchabas y odiaba la idea de no volver a verte. Pero, claro, no podía decirte nada de lo que sentía y estropear nuestra amistad.
Estaba tan concentrada que no sentí los pasos que se acercaban hasta que sentí unas cálidas manos que me tapaban los ojos.
— ¿Quién soy? –. Sonreí. ¡Cómo si no supiera reconocer su voz entre un millón! Me quitó las manos y se sentó a mi lado — ¿Qué estudias?
— Hola Álvaro, no te he oído llegar. Estoy con ciencias, las leyes de Mendel —. Él silbó.
— Vaya, entonces he sido oportuno en interrumpirte. Así no te aburrirás más.
— Siempre me interrumpes y luego suspendo –. Intenté parecer enfadada, pero era imposible estarlo en su compañía.
— Si te quejas me marcho –. Hizo ademán de marcharse. Dejé el libro a un lado, puse cara de pena y al final no pude aguantarme más y exploté en una sonora carcajada.
— Anda no te marches, ya me has distraído –. Él sonrió. Cuando lo hacía sus ojos negros brillaban más si cabe y unos simpáticos hoyuelos iluminaban su rostro dándole cierto aire aniñado del cual carecía, pues su apariencia era la de un hombre. En esos casos pensaba que desfallecía. Su semblante cambió de repente y se tornó serio y concentrado. Ahí venía lo malo.
— He venido a decirte una cosa –. El mundo se me cayó encima y no pude evitar sentir tristeza. Él se dio cuenta —. Vamos, no pongas esa cara que te saldrán arrugas antes de hora y tienes una cara preciosa –. Mi respuesta fue ruborizarme. Lo hacía cada vez que me decía algo bonito y no podía remediarlo. A veces odiaba la facilidad con la que me pasaba.
— Cuenta –. Él suspiró de forma larga y pesada. Lo que iba a decirme era duro por su concentración.
— Me han llamado para realizar unas prácticas en una empresa y es posible que me quede en la ciudad por un tiempo.
— Es una gran oportunidad –. Ahí quedó todo lo que pude decirle, tan solo era capaz de mirar su rostro para grabar en mi mente su mirada, su sonrisa y todo lo que pudiera hacerme su ausencia más tolerable.
La conversación siguió durante unos minutos más, pero no fui capaz de centrarme en lo que decía, solo atendía y retenía el tono de su voz. Tan solo escuché algo que me dejó helada.
— Me tengo que marchar, mañana me marcho.
Meses después no me había llamado ni una sola vez y me ahogaba en la pena. Un día, su hermana Pili, me invitó a su fiesta de aniversario y me dijo que tenía que salir. Ella era mi mejor amiga y se había enfadado conmigo. Sabía lo que sentía por su hermano y no entendía como no le había dicho nada. Como decirle que los nervios y el miedo al rechazo me daban un miedo atroz. Después de todo, él era un poco mayor que nosotras y a lo mejor no atendía a los amores de alguien como ella.
Esos pensamientos me torturaban, pero decidí acercarme por ella. La fiesta estaba muy animada y había muchas de las amigas que íbamos siempre juntas, pero no estaba a gusto. Mi mente me pedía tranquilidad para estar tumbada en la cama pensando en Álvaro.
Solo recuerdo a la gente hablar y hablar. Todo lo que decían me hacía daño y se clavaba en mi corazón como alfileres candentes. Salí de allí corriendo y cuando me di cuenta estaba en nuestro banco. Mis ojos estaban anegados en lágrimas y me senté. Mi mente empezó a recordar todo lo que había escuchado:
“He oído que te has establecido, que encontraste una chica y te has casado. He escuchado que tus sueños se han hecho realidad. Supongo que ella te dio cosas que yo no te di.”
Me quedé adormilada encima del banco y sin darme cuenta la noche se cernió sobre mí. Los destellos de unas luces me sacaron de mi letargo y me levanté un poco asustada. Un coche paró frente a mí y una silueta salió a mi encuentro. La oscuridad no me dejaba distinguir de quien se trataba, así que espere.
— ¿Clara? –me aferré a esa voz y corrí a refugiarme en ese cuerpo, aunque sabía que pertenecía a otra —. ¿Qué ha pasado en la fiesta?
— Yo…—él me separó de su cuerpo y me miró a los ojos.
— ¿Qué has oído? — ¿Tan perspicaz era o se lo había dicho su hermana?
Le conté, sin atreverme a alzar la cabeza, todo lo que había escuchado y sentí como se reía. Entonces, me aventuré a mirarle a la cara. Su rostro tranquilo y hermoso me miraba con atención, no parecía enfadado.
— La gente es muy cotilla. Parece mentira que no sepas como son—. Le miré extrañada.
— ¿Qué quieres decir?
— Nada de lo que has oído es cierto —.Ahora si que estaba mal, quise desaparecer en ese instante de allí. Había dejado claro mis celos y mis sentimientos — ¿No vas a decir nada?
— No…no sé que decir –. Él me cogió de la mano y nos sentamos en nuestro banco.
— Este banco ha sido testigo de muchas cosas entre nosotros –. Yo asentí. Su mirada se perdía en el más allá.
— Siempre me ha gustado este sitio y me he sentido muy cómoda aquí.
— De pequeña recogías hojas de los árboles y las colocabas en el asiento. Querías tener de todas las tonalidades –. Sonreí y me emocioné al saber que se acordaba de una simple cosa de niña.
— Ahora sé cuáles son mis preferidas. Las anaranjadas.
— Lo sé –bajó la cabeza y me miró—, conozco cada uno de tus gustos y tus aficiones. He vuelto, pero tengo que volver a irme. Me han concedido el puesto y el lugar es precioso.
— ¿Tanto como este? – mis ojos se llenaron de lágrimas de nuevo, odiaba llorar pero no podría soportar otra ausencia.
— No, pero solo me falta una cosa para que sea perfecto: –nuestras miradas se encontraron y mis ojos no pudieron reprimir el llanto por su inminente marcha— me faltas tú Clara. Ese sitio sin ti no significa nada. Tú llenas mi soledad. Estos meses sin ti, han sido un infierno. Intenté no pensar en ti, no te llamaba por no oír tu voz porque hubiera vuelto sin cumplir el contrato. ¿Lo entiendes?
— ¿Yo? – estaba como ida por su confesión, no me lo llegaba a creer.
— Pareces extrañada. Quién sino ha compartido mis cambios de humor, mis charlas, mis quejas…siempre has sido tú, no había nadie mejor. Te quiero –las palabras llenaron mi alma de esperanza y alegría. Me lancé de nuevo a sus brazos y lo abracé con fuerza. Esta vez estaba segura que era mio y así iba a ser durante toda nuestra vida. Y nuestro amado banco había sido testigo de como nuestro amor florecía como los cerezos. Su abrazo estaba lleno de intimidad, amor y deseo. Un nuevo sentimiento que se abría ante mí queriendo ser descubierto y explotado.
FIN
Os dejo. Espero volver a disfrutar disfrutar de todos vuestros rinconcintos. Un beso.
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Las pautas que Nemi puso eran sobre las letras de unas canciones que algunos seguidores pusimos en su blog. El relato tenía que estar basada en la letra de esa canción y conservar el tiempo verbal. Todo eso había que unirlo a una foto y hacer que todo se uniera.
Os dejo la foto que escogí:
La letra de la canción que yo misma dejé es la de "Someone like you" de Adele:
“He oído que te has establecido, que encontraste una chica y te has casado. He escuchado que tus sueños se han hecho realidad. Supongo que ella te dio cosas que yo no te di.”
Y el resultado es este. Espero que os guste mi primer experimento en primera persona y me digáis los fallos que encontreis.
TÚ, YO Y EL BANCO
Todo comenzó en nuestro banco, y digo nuestro porque allí nos encontrábamos y allí fue donde cambiaron mis sentimientos.
No me acuerdo como cambió todo, pero de repente lo eras todo para mí. El aire con el que respiraba y la luz con la que me despertaba por las mañanas. Y de pronto te marchaste hundiendo mi mundo perfecto con tu ausencia y rompiéndome el corazón.
Todavía recuerdo como se sucedió, días antes, nuestra última charla. Es otoño, las hojas marrones y anaranjadas cubren el suelo de alrededor del banco. Es mi época preferida por su colorido y a partir de ese fatídico día, la que más odiaré porque es la que se llevó tu persona lejos de mí.
Esa tarde estaba estudiando en nuestro banco. Quedaba muy cerca de la biblioteca y me gustaba estudiar allí porque me ayudaba a concentrarme. Pero ese día mi cabeza no estaba centrada. Había oído rumores de que te marchabas y odiaba la idea de no volver a verte. Pero, claro, no podía decirte nada de lo que sentía y estropear nuestra amistad.
Estaba tan concentrada que no sentí los pasos que se acercaban hasta que sentí unas cálidas manos que me tapaban los ojos.
— ¿Quién soy? –. Sonreí. ¡Cómo si no supiera reconocer su voz entre un millón! Me quitó las manos y se sentó a mi lado — ¿Qué estudias?
— Hola Álvaro, no te he oído llegar. Estoy con ciencias, las leyes de Mendel —. Él silbó.
— Vaya, entonces he sido oportuno en interrumpirte. Así no te aburrirás más.
— Siempre me interrumpes y luego suspendo –. Intenté parecer enfadada, pero era imposible estarlo en su compañía.
— Si te quejas me marcho –. Hizo ademán de marcharse. Dejé el libro a un lado, puse cara de pena y al final no pude aguantarme más y exploté en una sonora carcajada.
— Anda no te marches, ya me has distraído –. Él sonrió. Cuando lo hacía sus ojos negros brillaban más si cabe y unos simpáticos hoyuelos iluminaban su rostro dándole cierto aire aniñado del cual carecía, pues su apariencia era la de un hombre. En esos casos pensaba que desfallecía. Su semblante cambió de repente y se tornó serio y concentrado. Ahí venía lo malo.
— He venido a decirte una cosa –. El mundo se me cayó encima y no pude evitar sentir tristeza. Él se dio cuenta —. Vamos, no pongas esa cara que te saldrán arrugas antes de hora y tienes una cara preciosa –. Mi respuesta fue ruborizarme. Lo hacía cada vez que me decía algo bonito y no podía remediarlo. A veces odiaba la facilidad con la que me pasaba.
— Cuenta –. Él suspiró de forma larga y pesada. Lo que iba a decirme era duro por su concentración.
— Me han llamado para realizar unas prácticas en una empresa y es posible que me quede en la ciudad por un tiempo.
— Es una gran oportunidad –. Ahí quedó todo lo que pude decirle, tan solo era capaz de mirar su rostro para grabar en mi mente su mirada, su sonrisa y todo lo que pudiera hacerme su ausencia más tolerable.
La conversación siguió durante unos minutos más, pero no fui capaz de centrarme en lo que decía, solo atendía y retenía el tono de su voz. Tan solo escuché algo que me dejó helada.
— Me tengo que marchar, mañana me marcho.
Meses después no me había llamado ni una sola vez y me ahogaba en la pena. Un día, su hermana Pili, me invitó a su fiesta de aniversario y me dijo que tenía que salir. Ella era mi mejor amiga y se había enfadado conmigo. Sabía lo que sentía por su hermano y no entendía como no le había dicho nada. Como decirle que los nervios y el miedo al rechazo me daban un miedo atroz. Después de todo, él era un poco mayor que nosotras y a lo mejor no atendía a los amores de alguien como ella.
Esos pensamientos me torturaban, pero decidí acercarme por ella. La fiesta estaba muy animada y había muchas de las amigas que íbamos siempre juntas, pero no estaba a gusto. Mi mente me pedía tranquilidad para estar tumbada en la cama pensando en Álvaro.
Solo recuerdo a la gente hablar y hablar. Todo lo que decían me hacía daño y se clavaba en mi corazón como alfileres candentes. Salí de allí corriendo y cuando me di cuenta estaba en nuestro banco. Mis ojos estaban anegados en lágrimas y me senté. Mi mente empezó a recordar todo lo que había escuchado:
“He oído que te has establecido, que encontraste una chica y te has casado. He escuchado que tus sueños se han hecho realidad. Supongo que ella te dio cosas que yo no te di.”
Me quedé adormilada encima del banco y sin darme cuenta la noche se cernió sobre mí. Los destellos de unas luces me sacaron de mi letargo y me levanté un poco asustada. Un coche paró frente a mí y una silueta salió a mi encuentro. La oscuridad no me dejaba distinguir de quien se trataba, así que espere.
— ¿Clara? –me aferré a esa voz y corrí a refugiarme en ese cuerpo, aunque sabía que pertenecía a otra —. ¿Qué ha pasado en la fiesta?
— Yo…—él me separó de su cuerpo y me miró a los ojos.
— ¿Qué has oído? — ¿Tan perspicaz era o se lo había dicho su hermana?
Le conté, sin atreverme a alzar la cabeza, todo lo que había escuchado y sentí como se reía. Entonces, me aventuré a mirarle a la cara. Su rostro tranquilo y hermoso me miraba con atención, no parecía enfadado.
— La gente es muy cotilla. Parece mentira que no sepas como son—. Le miré extrañada.
— ¿Qué quieres decir?
— Nada de lo que has oído es cierto —.Ahora si que estaba mal, quise desaparecer en ese instante de allí. Había dejado claro mis celos y mis sentimientos — ¿No vas a decir nada?
— No…no sé que decir –. Él me cogió de la mano y nos sentamos en nuestro banco.
— Este banco ha sido testigo de muchas cosas entre nosotros –. Yo asentí. Su mirada se perdía en el más allá.
— Siempre me ha gustado este sitio y me he sentido muy cómoda aquí.
— De pequeña recogías hojas de los árboles y las colocabas en el asiento. Querías tener de todas las tonalidades –. Sonreí y me emocioné al saber que se acordaba de una simple cosa de niña.
— Ahora sé cuáles son mis preferidas. Las anaranjadas.
— Lo sé –bajó la cabeza y me miró—, conozco cada uno de tus gustos y tus aficiones. He vuelto, pero tengo que volver a irme. Me han concedido el puesto y el lugar es precioso.
— ¿Tanto como este? – mis ojos se llenaron de lágrimas de nuevo, odiaba llorar pero no podría soportar otra ausencia.
— No, pero solo me falta una cosa para que sea perfecto: –nuestras miradas se encontraron y mis ojos no pudieron reprimir el llanto por su inminente marcha— me faltas tú Clara. Ese sitio sin ti no significa nada. Tú llenas mi soledad. Estos meses sin ti, han sido un infierno. Intenté no pensar en ti, no te llamaba por no oír tu voz porque hubiera vuelto sin cumplir el contrato. ¿Lo entiendes?
— ¿Yo? – estaba como ida por su confesión, no me lo llegaba a creer.
— Pareces extrañada. Quién sino ha compartido mis cambios de humor, mis charlas, mis quejas…siempre has sido tú, no había nadie mejor. Te quiero –las palabras llenaron mi alma de esperanza y alegría. Me lancé de nuevo a sus brazos y lo abracé con fuerza. Esta vez estaba segura que era mio y así iba a ser durante toda nuestra vida. Y nuestro amado banco había sido testigo de como nuestro amor florecía como los cerezos. Su abrazo estaba lleno de intimidad, amor y deseo. Un nuevo sentimiento que se abría ante mí queriendo ser descubierto y explotado.
FIN
Os dejo. Espero volver a disfrutar disfrutar de todos vuestros rinconcintos. Un beso.
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